domingo, 22 de septiembre de 2013

La carrera espacial: entre el pánico nuclear y la conquista del cosmos

La carrera espacial: entre el pánico nuclear y la conquista del cosmos

El Sputnik 1, primer satélite artificial lanzado por la URSS en 1957. | Afp
El Sputnik 1, primer satélite artificial lanzado por la URSS en 1957. | Afp

La humanidad siempre ha atribuido a los astros toda clase de poderes asombrosos sobre nuestras vidas; la mayoría de ellos son fruto de la superstición, pero otros, en cambio, son muy ciertos, como la influencia de la Luna sobre las mareas. De un modo u otro, se ha dado siempre por hecho -a veces con demasiada ligereza- que los objetos celestes pueden afectar a nuestras vidas.
Pero a mediados del siglo XX sobrevino un cambio radical en nuestra forma de mirar al cielo: la invención de los satélites artificiales. Hasta ese momento, y durante toda la historia conocida, tan sólo había cuerpos naturales en el espacio a los que temer: estrellas, planetas, cometas... Al margen de estos objetos inertes, y ya en planos teóricos o metafísicos, se entendía que allí arriba gobernaban los dioses, o el orden natural del cosmos, o la ley universal de la gravedad... Si algo tenían que ver todos ellos con la guerra y las cosas de los hombres, era siempre de un modo abstracto y lejano. Nunca un enemigo directo, de carne y hueso, había invadido con sus máquinas ese espacio entre lo profano y lo sagrado que la Humanidad creía reservado a los astros y a los ángeles.
La irrupción de los satélites artificiales en el panorama geopolítico internacional resultaría aún más dramática al producirse, precisamente, en uno de los momentos más delicados de la historia militar, apenas unos años después de la Segunda Guerra Mundial y el descubrimiento de la bomba atómica. Las grandes potencias poseían arsenal suficiente para borrar civilizaciones enteras, y el mundo acababa de conocer el horror de los campos de exterminio nazis y la devastación nuclear de Hiroshima y Nagasaki; en la Unión Soviética, Stalin hacía del terror una forma de gobierno y amenazaba con extender su delirante sistema por el globo. La amenaza nuclear era ya aterradora sin necesidad de máquinas que pudieran llevar la guerra hasta nuevos territorios nunca alcanzados.
Tal era la situación cuando los norteamericanos se toparon con la siguiente advertencia, que encabezaba un extenso artículo de la revista Collier's: "Durante los próximos diez o quince años, la Tierra tendrá un nuevo compañero en los cielos, un satélite fabricado por el hombre que podría ser la mayor fuerza para la paz que jamás se haya diseñado, o bien una de las más terribles armas de guerra, dependiendo de quién lo haga y lo controle". La frase provenía de uno de los científicos más prestigiosos y enigmáticos de su tiempo, el alemán -aunque nacionalizado en Estados Unidos- Wernher Von Braun. Pocos investigadores contribuyeron tanto como él a que nuestra especie se lanzara a la conquista del cosmos.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/19/ciencia/1379585080.html

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